martes, 14 de septiembre de 2010



Capitulo 4:
El lugar era inmenso. Nos sentamos en una mesa del lado de la ventana. Agarramos el menú, tenía ganas de comer, ya que en el avión había comido poco. El se pidió un café con dos medialunas dulces y yo un submarino con dos saladas.
Me hice una trenza cosida en el pelo y me lo sujeté con una colita.
Esperando a que llegara lo que pedimos nos pusimos a hablar de nuestra vida.
-¿Qué has hecho en estos últimos años? – Me preguntó con ojos un tanto alegres- supongo que en siete años algo interesante tuvo que pasar.
-He vivido con mi abuelo, intentando estudiar– le sonreí pero se notaba mi tristeza en la cara.
-Cada vez que me acordaba de ti, el volvía otra vez-
Lo miré mientras me ponía detrás de la oreja un mechón de cabello.
- Haber cuéntame de tu vida- agregué mientras golpeaba suavemente
-Hace siete años mi madre ha tenido una hija, es realmente hermosa, en estos días te la presentaré.
-¡Me encantaría! Oye, ¿Y qué estudias?
-Arquitectura, estoy en el tercer año.
Luego trajeron lo que habíamos pedido. Pat lo primero que hizo fue mojar la medialuna en el café.
-Waw!-dije observándolo con los ojos bien abiertos- sigues siendo la misma bestia hambrienta
-La gente no cambia mucho. ¿Y qué has venido a hacer aquí?
-Necesitaba unas vacaciones, y reencontrarme con gente conocida, como tú.
-Me alegro de que hayas vuelto después de tantos años. –contestó.
Luego de un largo rato de haber hablado, escuché una canción que pasaban por parlantes. En ese momento tuve una sensación rara en el cuerpo, una especie de escalofríos.
Al instante una especie de flashback, veía a mi padre bailando al compás de la música, haciéndome reír, no recuerdo porque estaba mal, pero poniendo ese tema, me hacia sonreír. En ese momento me sentí aislada del mundo. Hasta que escuché la voz de Patrick.
-Tierra llamando a Jaymes, tierra llamando a Jaymes – oía la voz de él. - ¿Qué te sucede?
-Recordaba a papá, uno de los momentos lindos de los que hemos pasado, lo extraño mucho, lo necesito. – en ese momento se me salieron unas lagrimas de los ojos.
Después Patrick se me acercó y me dio su hombro para apoyarme y puso su brazo alrededor mío y me abrazó. Era lo que más necesitaba en ese momento, un mimo.
Pensar que allá en Malibu estaba medio sola, solo tenía a Cassie, que no estaba todo el tiempo conmigo.
Luego nos fuimos a dar vueltas por Vancouver, cada parte que veía me traía recuerdos. Pasamos enfrente de una cafetería a la que iba con mi padre casi todos los días antes de que me llevase al colegio. Luego pasamos por ese lugar de mi infancia, donde conocí a Patrick y a muchas otras personas, donde odie ir muchas veces, no porque me trataran mal sino porque no me gustaba el colegio, aunque estuviese en primaria.
-Si estuvieses aquí conmigo, pá –me dije en mis adentros.
Al instante le pedí a Pat que me llevara al cementerio a verlo, no sabía bien donde quedaba. No lo había visto a mi padre desde que me había ido para Estados Unidos. Nos subimos a su auto, era un Peugeot 307 color gris oscuro.
Pasaron cinco minutos del momento que habíamos salido. Estábamos a una cuadra, se me armó un nudo en la garganta. Al instante nos bajamos del auto y preguntamos por donde estaba el panteón de papá. Fuimos hacia donde nos indicaron.
Ahí estaba, con una hermosa foto en su lapida. Una de las más lindas que tenía. La misma, la llevaba conmigo en mi billetera.
Prontamente comencé a llorar desconsoladamente, Patrick me abrazó y me llevo para la salida del cementerio.
Después de dar vueltas y vueltas por Vancouver para despejarme un poco volvimos a la casa de Marie donde estaba esperándonos.
-Oye, quieres quedarte a cenar y a dormir? – me preguntó ella.
-Pues me encantaría, a la cabaña no entro hasta dentro de unos días. Vine antes para poder pasar tiempo con ustedes y recordar viejos tiempos. En unos días me voy para el lugar que alquilé por el norte de la ciudad, quería tener un lugar con mayor cantidad de nieve para poder hacer deportes extremos y descansar.
- Puedes quedarte aquí el tiempo que tú quieras, mi querida. – Puso su mano sobre mi mejilla y me observo y suspiró – eres igualita a tu padre.
-No me lo dicen muy seguido, muchas gracias Marie – le hice una sonrisa.
-Bueno, ¿Qué quieren cenar esta noche?
- JayJay, ¿Estás de acuerdo con que sean macarrones con queso? – me preguntó Patrick.
-Pues si claro, tus macarrones con queso son deliciosos y únicos. – le dije a Marie.
Luego de un rato, ella comenzó a cocinar y Patrick me llevó hacia el cuarto de huéspedes, que Marie había preparado, seguramente a propósito, porque sabía que quizá me quedaría, una mujer muy buena y picara.
Subimos las escaleras que me llevaban a la habitación. Era muy acogedora, tenía una cama de una plaza con unos hermosos almohadones encima de él. El cubrecama era de color crema, y tenía unas ventanas que podía ver parte de la ciudad. Me puse a acomodar parte de mi ropa, saqué de mi valija lo que tenía que colgar si o si, lo demás lo deje dentro. Al lado estaba la habitación de Patrick.
-Jay ven a conocer mi habitación. – esperándome desde la puerta.
-Allí voy.
Tenía más o menos el mismo tamaño de mi habitación, la diferencia era que era más varonil, tenía una computadora, ni de las viejas, ni de las más nuevas.
-Aquí es donde hago mis trabajos de Arquitectura,
-¿Tu novia?- dije mientras tomaba el marco de la ventana y me fijaba en la joven de ojos claros.
-¿Qué, estás loca?- gritó impresionado abriendo sus ojos
Mis manos corrieron a mis labios velozmente y una carcajada escapó de ellos.
- oh Dios…. Ella es…. ¿Cassie?- pronuncié felizmente- ¿Cassie?- repetí
- Supongo que el tiempo si la afecto un poco más a ella…- confesó mientras se dejaba caer sobre el colchón.
- Ella está un poco más…. Voluptuosa- reí abriendo mis ojos intentando contraer una carcajada que escapó al fin de un segundo.
Ambos reímos durante un minuto completo… era increíble ver cuánto cambio nos abrazaba.
- No puedo creerlo… - confesé acostándome a su lado...- siempre creí que acabarían juntos.
- Supongo que hay algo que tendría que decirte…- dijo apagando su sonrisa.
Me giré rápidamente a un lado y lo observe con atención.
- ¿Pasó algo?- alcé mi cabeza y la sostuve con mi mano derecha.
- es algo… básicamente… raro- pronuncio
- ¿Qué?... me estás asustando
- no… es que solo no se cómo pueda llegar a caerte esta noticia.
- Patrick ya abre la boca!- dije nerviosa
- Ok… yo… bueno… yo soy un poco diferente a los demás…
- ¿diferente?- alcé una ceja- ¿Estás enfermo?- solté reincorporándome-
- No Jay…. Es que yo no soy como todos los hombres.- moví mi cabeza hacia los lados dándole a entender que no tenía la mas mínima idea de lo que ocurría- Por Dios Jaymes!! Soy gay- gritó débilmente mientras sus ojos se desorbitaban de sus cavilaciones
- Waw….- solté sin aliento mientras mi cabeza se caía sobre la almohada
Después de un rato, que preferimos mantener en silencio….Marie nos llamó para cenar.
-Chicos, ¡La cena esta lista! – gritaba desde la cocina.
-¡Allá vamos!

viernes, 27 de agosto de 2010

Capitulo 3


Capitulo 3

Paré un taxi la salida del aeropuerto. El se detuvo. Mis maletas cayeron sobre el metal del portaequipajes estremeciendo al conductor por su pobre auto que acababa maltratado por pasajeros como yo.

- Lo siento- dije apretando mis labios luego de que este cerraba los ojos cuando bajé de un golpe la cajuela.

- Está bien- mintió forzando una sufrida sonrisa intentando controlarse.

Mi pierna derecha ahora cubierta por dos pantalones atravesó al auto en primer lugar seguida por mi finalmente por mi pierna izquierda.

Sonreí al sentir que el cuero del respaldo no se pegaba en mi piel como la vez anterior y froté mis manos brindándoles solo un poco de calor, quería sentir esta sensación con extremo cuidado ya que había estado buscando por el durante meses.

- ¿Dónde quieres ir?- dijo el hombre casi calvo improvisando un peinado de costado con la poca melena que le quedaba.

- a algún café- respondí mientras envolvía mis manos dentro de los bolsillos y sacaba el reproductor de música que no me pertenecía para examinarlo detalladamente.

- Debes tener hambre- sonrió mirando por el retrovisor clavando sus filosos ojos en mí, lo cual me incomodo un poco.- ¿Puedo saber de dónde viajas?

- De muy lejos- respondí indiferente mientras encendía el aparato.

- Solo tuve la oportunidad de viajar una vez en avión- quebró el silencio con una carcajada- y créeme que fue la última.

Deslicé mis dedos sobre el liso borde de metal mientras observaba las canciones que no lograba reconocer, nunca había escuchado en mi vida algún tema parecido ni la voz del cantante, tal vez, el joven que creí que parecía ser apuesto era compositor.

Mis cabeza se agudizo en el séptimo tema que recorrí, era realmente enigmática y sin quererlo no podía dejar de oírla.

- Mi hija estuvo con migo- dijo el chofer trayéndome a la realidad.

Parpadeé unas cuantas veces intentando ubicarme mientras él seguía conduciendo ensimismado en su monólogo mientras el parabrisas barría con la nieve que comenzaba a caer sobre el parabrisas.

Me acerqué a la ventanilla para descenderla un poco ya que al parecer el hombre había encendido la calefacción y me estaba afectando, por lo que decidí tomar un respiro, pero mis ojos se posaron en el enorme espacio verde que comenzaba a pintarse de blanco.

Mis labios se separaron ferozmente buscando un respiro, pero solo encontraban aire helado que partía mi garganta en trozos delgados y desalineados que me punzaban con ferocidad.

- espere…- susurré- Alto!- grité mientras mi cuerpo se balanceaba hacia delante con los frenos que utilizó el conductor del taxi, pero por suerte mi brazo derecho fue lo bastante rápido como para protegerse aferrándose al asiento que estaba frente a mi.

Un nudo se alborotó en mi estómago pretendiendo simular una roca que solo me lastimaba mas y mas.

- ¿Qué ocurre?- dijo él nervioso mientras después de tres intentos de abrir la puerta y correr hacia el campo adornado con juegos y un par de niños corriendo.

Metí mi mano en el bolsillo para guardar el aparato electrónico y salir para pararme en medio del parque.

Una niña de cabello castaño corrió frente a mi vistiendo una larga falda color café detallados con volados y moños mientras que su madre intentaba alcanzarla dibujando una exuberante sonrisa de alegría mientras las flores se esparcían a su alrededor.

El mundo giró velozmente en solo unos segundos, ya no había nada frente a mí, solo hierba quemada por el hielo y yo en medio de la nada.

- Ey!- gritó el dueño del carro un poco molesto- necesitamos movernos- agregó nervioso-

Arrastré mis puños sobre mis húmedos ojos y luego respiré profundamente para girarme hacia él.

- Seguiré caminando- dije seriamente mientras me acercaba para sacar mis bolsos del auto y pagarle.

Esto de haber recordado a mi madre me hacia mal, pensar que ella había hecho lo que hizo, no podía perdonarla. Entonces me di la vuelta, sostuve bien mis maletas y me eché a caminar, todo era tal como era hace unos cuantos años, no había cambiado nada. La florería seguía en esa esquina y me puse a pensar que había sido de la vida de la Sra. Marie y su familia, incluyendo a Patrick, mi mejor amigo de la infancia, desde que me había ido de aquí no supe mas nada de él. Cuando era chica pasaba casi todos los días por allí y me regalaba una rosa, ese sí que era un hermoso recuerdo.

Luego vi a un hombre atendiendo. Me dio curiosidad no saber de ella y entré.

-Discúlpame, se encuentra la Sra. Marie? – pregunté al sujeto que estaba por allí.

-Sí.

-¿Quien me busca? – preguntó mientras venia caminando de un cuartito que había detrás de la caja registradora.

Hice un silencio, hasta que esta persona lo rompió.

-Oye, espérame un segundo, tu cara me suena muy familiar. – dijo Marie refiriéndose a mi.

-¿No me recuerdas? –le pregunté.

-¿Jaymes? – me preguntó asombrada.

-Quien otra puede ser.

-Esta hermosa, has crecido un montón, que casi ni te reconozco. – Tapándose la boca con la mano.

Luego mire para la persona, la cual me había atendido. Lo mire bien, observando sus facciones, me sonaba conocido.

-¿Patrick?

-El mismo. No puedo creer que haya pasado tanto tiempo.

-Déjame hacer la cuenta – contaba con mis dedos – trece años, mucho tiempo sin verte, has cambiado totalmente.

-Tú también. ¿Y que es de tu vida?

-Estoy viviendo en Malibú y decidí tomarme unas vacaciones, extrañaba mucho este lugar. Me hace recordar mucho a mi padre, pero no tuve la oportunidad de venir en otro momento.

Al instante me puse a observar la florería, estaba tal como era hace trece años, Marie no había movido nada.

-Oye, mi querida amiga Jaymes, tienes ganas de ir a tomar un café?

-Pues si claro – le decía mientras tenía mi dedo índice sobre mi labio inferior.

Deje mis maletas con Marie y agarré mi morral. Le di un saludo en la mejilla y un gran abrazo. Luego me dirigí hacia la puerta y nos fuimos con Patrick a una confitería que había a dos cuadras de allí. Cada paso que daba por la calle, me hacia acordar a esos momentos que había pasado con mis padres. Me puse triste y me salieron unas lágrimas.

-¿Qué te sucede JayJay?- Así solía llamarme cuando éramos pequeños.

-Recuerdos, recuerdos. – le contesté secándome el ojo con un pañuelo que saqué de mi morral – me encanta que me digas así, me hace acordar a nuestra infancia.

Al instante Patrick me dio un abrazo de consuelo y seguimos caminando hasta que llegamos. Era realmente grande, tenía dos pisos, arriba vendían helados y abajo se lo utilizaba como bar, realmente un lindo lugar, una confitería de lujo.

lunes, 23 de agosto de 2010

Capitulo 2


Capitulo 2

Hacía demasiado tiempo que no pasaba por Los Angeles, exagerado desde un cierto punto de vista, pero cierto en fin. La última vez había sido cuando acabé en Malibú.

Bajé el cristal del auto mientras avanzaba con velocidad bastante tranquila, todavía tenía tiempo seguro para llegar y tomarme mi espacio para organizar las cosas.

Saqué mi cabeza unos cuantos centímetros hacia fuera mientras el viento golpeaba en mi cara con furia revoloteando mi cabello que se clavaba como pequeñas agujas por el fugaz movimiento.

Eché un último vistazo a mi ciudad adoptada por unos años y sus enormes casas apostadas en la costa del mar pintando una quebrada hilera con diversos niveles de altura simulando una cadena de montañas de cemento.

Por algún momento no extrañaría correr en las calles como lo hacía aquella mujer junto a su enorme perro intentando bajar su peso, pero solo acabaría deshidratada bajo los efectos del intenso calor.

Me eché hacia atrás y dejé caer mi cabeza en el asiento para hundirme en los efectos de mi música preferida mientras avanzábamos.

Al llegar caminé lentamente arrastrando mi valija mientras con otra mano leía los anuncios que me habían regalado en la compañía de viajes promocionando Canadá.

Más que todo el aspecto del edificio había cambiado radicalmente desubicándome por completo.

Habían remodelado partes de él y me gustaba.

Sonreí sin saber por que cuando vi hacia el techo transparente fabricado con vidrio polarizado y volví a echarme a caminar dirigiéndome a la pizarra de horarios y comprobar que efectivamente mi viaje sería en unos minutos.

Me distraje un poco con los niños que corrían de un lado para otro junto con sus padres intentando no perder vuelos, personas empujando carros rebosantes de valijas y me sentí disminuida por llevar solo una pequeña maleta y una cumbre de papeles en mi mano junto con mi celular y reproductor de música.

Llegué a emigraciones después de unos seis o siete minutos, donde hacia todo el papeleo para retirarme del país.

- Podría decirme cual es el primero que sale?- dijo la persona que estaba antes de mi en la fila.

- Puede viajar a en tres minutos hacia San Francisco o puede esperar treinta para viajar a Canadá.- respondió la empleada sonriendo de oreja a oreja desfigurando su rostro de alegría.

Alcé mis ojos que se perdían en el blanco paisaje de mis folletos al oír algo sobre mi viaje

- San Francisco- respondió el hombre al que solo podía verle la parte trasera de su cabeza y su enorme y simétrica espalda. Si no estuviera tan atenta en mi viaje me tomaría unos segundos para examinar si se trataba de alguien joven, y en el mejor de los casos, apuesto.

- Buen Viaje señor….- pero se interrumpió confundida cuando el se abalanzó hacia ella y cubrió sus labios con las manos.

Acomodé un poco mi cabeza embrollada viendo que todo estuviera bien pero la mujer solo asentía ante las inteligibles palabras de su cliente.

- Gracias- dijo él y se giró velozmente empujándome con su hombro mientras volteaba provocando que tirara todas mis pertenencias y las suyas por todas partes.

- Lo siento- dijo bajándose al suelo para recoger sus cosas y salir corriendo sin darme tiempo siquiera a reaccionar y bajar por mi misma a buscar mis cosas.

- Podrías tener más cuidado – grité débilmente provocando que girara su cabeza unos centímetros y desnudar su rostro en una sonrisa.

Alcé todo lo que pude abandonando los catálogos y me delante de mi lugar

-Discúlpeme. ¿Cuántas horas dura el viaje? –pregunté.

-Dura dos horas con cuarenta minutos señorita.- respondió ella tajante sin alzar sus ojos hacia mí, mientras se perdía en un desesperado movimiento de teclas.

-Gracias.- respondí mientras luchaba con el cierre de mi viejo pantalón.

El echo de que me tomaran como punto de choques me alteró bastante más el indiferente trato de la mujer de informaciones pero luego de tomar un respiro.

La goma de mascar me ayudaba a quitarme los nervios, lo cual instintivamente llevé a mi boca en cuanto los nervios ascendieron a mi cuello, mi favorita era la frutal.

Posteriormente, recorrí el lugar hasta llegar mini shopping a conseguir provisiones, donde me compré un perfume delicioso y chocolates, para comer en el avión, un libro, ya que el que estaba leyendo lo había olvidado en mi recamara, por salir de apuro.

Este no lo había visto en mi vida, y atrapó mi atención radicalmente al ver la portada, a la autora no la conocía, no había oído hablar de ella pero evidentemente era un Best Seller, y me decidí a comprarlo.

Luego de esperar una hora me subí al avión. Tuve la suerte de que mi asiento fue del lado de la ventanilla, podría ver los paisajes el viaje entero y esa idea me gustaba. Quería ubicarme en la sección de turistas para ahorrar un poco, no sabía cuanto necesitaría para sobrevivir y no quería usar la ayuda de mis padres pero solo había conseguido en primera clase. Pero a pesar de eso, era más tranquilo el viaje. Llego la hora del almuerzo y vi que la azafata se acercaba a mí.

-Señorita, ¿qué quiere de comer? –me preguntó sonriente.

Extendió su brazo delicadamente para ofrecerme el menú. Había tanta variedad de comida que era increíble pensar que me encontraba en un avión.

- Una ensalada y un filete - del cual estaba antojada - y una Coca-Cola y Brownie de postre con batido de crema.

-En minutos se lo traemos.- terminó sonriendo

Me acomodé en mi asiento mientras observaba como ella se alejaba elegantemente me acomodé hacia atrás para ver la película que estaban rodando, pero no me atrapaba mi atención.

Luego recordé que antes de subirme al avión me había comprado un libro. Lo leí después de comer y no podía creer que no fuera capaz de dejarlo para hacer otra cosa, debe ser una de las causas por las que era filtrado como el más vendido y el chico que describían tan perfecto parecía ser la persona soñada, no era difícil hundirse en esa vida paralela que plasmaba el libro.

Lo abandoné unos minutos para ir al baño y al regresar me digné a escuchar un poco de música, pero me di cuenta que no era mi mp3, no tenía mis canciones, sino otras, debió haber sido cuando me choque con esa persona, cuya cara no la vi y no poder volver a tener mi reproductor de vuelta, me alteraba. Lo iba a utilizar para dormir un rato, ya que en los viajes me gustaba dormir escuchando mis bandas favoritas, pero el paisaje era tan exótico y atrapante que no podía dejar de mirar y olvidé por completo lo que había sucedido. Hace un largo tiempo que no viajaba en avión y esta vez debía aprovecharlo al máximo.

Unos veinte minutos después, nos avisaron por parlantes del avión que en diez minutos íbamos a aterrizar.

Al instante de descender del aeroplano, entré al aeropuerto. Era realmente grande, que hasta me perdía. Había una especie de tótems de madera gigantes, y a la vez graciosos.

-Discúlpeme, ¿La salida? – pregunté a una guardia que estaba allí.

-Es por allí, doblando a la derecha.

-Muchas gracias.- le contesté.

domingo, 22 de agosto de 2010

Capitulo 1



Capitulo 1:

Concentré mi mente unos segundos en alejarme del café que se evaporaba ante mis ojos causando un ligero ardor, una especie de llanto no improvisado por el calor.

Me empujé hacia atrás impulsándome de mis brazos y até mi cabello en un improvisado recogido mientras pestañeaba unas cuantas veces aclarando mi perspectiva de la burda cafetería a mi entorno.

La barra bajo mis codos y la cuchara de metal eran del único que estaba segura que me acompañaba, pero sin notarlo ya me había familiarizado con cada detalle, suprimiendo la necesidad de voltearme a ver.

Sabía con toda perfección que detrás de mi cabeza había cuatro lámparas del tamaño de un melón que por el momento estaban apagadas porque era de día.

Era un tanto irónico compartir mi casi adultez un poco temprana por tratarse solamente de veinte años.

Jugué con el bote del azúcar unos cuantos minutos hasta que decidí ponerme de pié.

Llevé un mechón de cabello hacia atrás y estiré mis brazos y piernas desperezándome de mi cómoda posición, aunque me rehusaba con todas mis fuerzas, el calor era tan abrazante que sentía mi torso desnudo pegado al fino cuero de la silla.

Alcé mi pierna sobre la mesa y acordoné mi bota izquierda que no concordaba mucho con el clima, aún así me sentía cómoda con ellas.

El cocinero alzó la vista al ver mi muslo sobre la tabla y clavó sus ojos en mis shorts, lo cual me dio cierto dejo de asco junto con gracia. Sería menos evidente si cerrara su boca al observarme.

Eché un vistazo fugaz para identificarlo y sus negros bigotes me notificaron que debía de ser un nuevo empleado ya que no lo había visto en mi vida.

- Sabes que no puedes hacer eso aquí- me regañó Cass mientras la comisura de mi labio se alzaba unos milímetros desafiándola.

- Podría no hacerlo si se dignan a comprar un acondicionador de aire- resople aireando mi vientre con la camisa que estaba a medio desabotonar.

- Supongo que hay problemas otra vez- respondió ella sentándose a mi lado mientras yo me ponía de pie rápidamente.

Su oscura piel sobresaltaba su uniforme color vainilla. Si bienla conocí cuando me mude, ella era tan familiar como una amiga de toda la vida. Fue la primera persona con la que había hablado. No conocía a nadie más.

Azoté su tierna expresión con mis exasperados ojos que declinaban a seguir su lento, pero seguro juego de psicología fraternal que improvisaba cada vez que notaba mi mal humor.

Reí tontamente evitando mantener un contacto visual superior a los tres segundos para impedir caer en sus redes.

- ¿Qué hizo esta vez?- agregó alzando sus cejas mientras yo giraba nerviosa en torno a mi butaca.

Tomé un fuerte y profundo respiro y eché mi cabeza hacia atrás colmando los arranques de ira que brotaban de mis poros.

- ¡¿Por qué hace tanto calor en este lugar?!- inquirí en un grito mientras metía mis brazos dentro de la camisa para expulsarla de mi cuerpo quedando con la parte superior de mi traje de baño de color negro que combinaban con mi oscuro calzado.

Giramos nuestros rostros ferozmente hacia la abertura rectangular que se dirige a la cocina al oír el sonido metálico de la espátula resbalar de las manos del nuevo empleado.

Di unas cuantas zancadas alejándome de ella y regresar nerviosamente para tomar mi camisa blanca que estaba mojada por la transpiración.

- ¿Podrías decirme que es lo que ocurre de una vez?

-Nada. Odio el calor – le contesté. Ya era inaguantable, lo odiaba tanto, no me daba ganas de hacer nada, si me movía, pues sudaba.

Fui hacia mi casa, Solo podía estar tirada en algún lugar con temperatura baja y para estar más fresca estaba con mi bikini. Me puse a estudiar Filología, mañana rendía un examen y había estudiado poco, estaba al horno.

Luego de haber estudiado todo el santo día me fui a bañar. La ducha me despertó, me sentía muy cansada.

-Termino los exámenes y me voy a algún lado, lejos de este insoportable clima. – me dije a mi misma.

Luego me salí de la bañadera y me paré sobre una alfombra color café que me había regalado Cassie hace un tiempo atrás. Fui hacia mi habitación, que tenía una hermosa vista al mar pero al estar oscuro no se veía mucho, y busqué una franela a rayas de color blanco y negro y mis ojotas de color rosa.

Prontamente me puse a repasar para mañana, quería estar segura de que me sabía todo. Después me puse a cocinar unos deliciosos fideos con salsa, hace mucho que no comía esta rica pasta.

Al instante de haber terminado de cenar, me fui hacia el cuarto. Moví las almohadas que había sobre la recamara y moví las sabanas a un costado, no era necesario taparme. Encendí la mesita de luz y me puse a leer “La Última Canción”. Leía todas las noches, era una buena forma para despejar mi mente.

Después de leer durante media hora, me puse a dormir. Mañana sería una mañana pesada y larga. A las 10 a.m. tenía que rendir.

Al día siguiente me levanté, a pesar del calor el día estaba esplendido. Me subí a mi Mini Cooper color negro. Me lo había comprado hace un par de meses, todavía se sentía el aroma a auto nuevo y eso aun me gustaba más. Llegué a la Facultad, que quedaba a unas veinte cuadras de mi casa, a solo cinco minutos, dependiendo el tráfico que hubiese en las calles. Entre al Instituto y me encontré con el profesor Peterson, que era el que me tomaba la evaluación.

Me hizo entrar hacia un salón bien fresco, tenia aire acondicionado.

-¿Estas lista para comenzar con el examen? -me dijo.

-Si claro. – le contesté.

Luego de haber estado varias horas dando el examen, al rato me dieron la nota. En fin, había aprobado y ya era el último examen que tenía en el año. Luego me fui al bar. Allí estaba Cass que se acercó a mí.

-Oye cómo te ha ido en el santo examen?- me preguntó.

-Por suerte he aprobado.

-Esto se merece un brindis-trayendo dos vasos de Coca-Cola.

-Por haber aprobado el examen- dijimos ambas al mismo tiempo y luego nos echamos a reír.

El bar era realmente acogedor y tranquilo, la primera vez que vine aquí, fue cuando me mude. Había sido un largo viaje y estaba hambrienta, había encontrado este bar, al que sigo viniendo hoy en día, y ese día fue donde la conocí a Cass, por primera vez.

-Oye, amiga mía – le decía mientras tomaba un trago de gaseosa – estuve pensando en irme de vacaciones a un lugar frio, con baja temperatura.

-¿Y has pensado en donde ir?

-Pues, todavía no lo sé. Pero estaba pensando en irme a Vancouver.

-He oído que es una hermosa ciudad, ¿Y cuando te irás?

-Lo más rápido posible, si puede ser mañana por la mañana.- tomando otro trago- Oye, me iré a casa, llamaré al aeropuerto LAX, me pediré un pasaje ahora mismo.

-¿y por cuánto tiempo te vas?

-Indefinidamente. Te avisaré. – le di un beso en la mejilla.

Me di la vuelta, salí del bar y veía a Cassie saludándome.

-¡Mucha suerte! – exclamo desde la puerta.

Al instante me fui hacia el Mini. Llegue a mi casa, cogí el teléfono y marqué el numero de LAX.

Por suerte quedaban pasajes para mañana a las 10 a.m.

Me puse a armar las maletas, metí toda la ropa que tenía en el ropero, coloqué vestidos de salir, por si alguna noche me daba ganas de salir a comer por ahí o solo salir a bailar, puse mis zapatillas, y algunos zapatos de salir.

Al rato, llamé a un taxi para que me viniera a buscar. Tardo unos diez minutos en llegar, puso mis maletas en el baúl y me llevo rumbo al aeropuerto.